Rubén Carolini, Cazador de Dinosaurios

Rubén Carolini, Cazador de Dinosaurios

El eco de sus hallazgos resuena aún en la paleontología mundial. Rubén Darío Carolini, el renombrado paleontólogo argentino cuyo legado se funde con el descubrimiento del colosal Giganotosaurus Carolinii en 1993, dejó una huella indeleble en la historia de la ciencia.

Este hijo de Oncativo, Córdoba, llevó la ciencia a nuevos horizontes desde su modesto comienzo. Su linaje académico fue breve, apenas rozando los bancos escolares hasta el quinto grado. Las vicisitudes económicas interrumpieron su educación formal, abriéndole un camino donde la autodidacta se convirtió en su maestra más sabia.

Los años formativos de Carolini transcurrieron entre los campos cordobeses, donde cada trabajo de macánicoa nutrían su espíritu inquieto. La vida lo llevó a Cipolletti, donde encontró no solo a su amada Graciela, sino también un empleo que le permitió conciliar su sustento y su pasión. Era en la represa de "El Chocón" donde forjaba su sustento como Jefe de Mantenimiento, sin soslayar su verdadero amor: la búsqueda de restos antiguos.

"Desde hace años he buscado fósiles, siendo pionero en El Chocón", recordaba con fervor. "Encontré algo, por casualidad, cerca del año 80. Un pequeño hueso que me impulsó a indagar más. Así nació mi exploración solitaria o en compañía de mi familia, adentrándonos en la geografía desierta de El Chocón. Mis habilidades de mecánico y herrero me guiaron; construí un buggy que me abría senderos intransitables, me llevaba a sitios donde la mano del hombre no había hollado. Ahí, entre la tierra árida, descubrí vestigios, pequeños tesoros cuyo valor desconocía."

El aprendizaje fue su aliado más leal. Se zambulló en libros de Paleontología, hambriento de conocimiento. "La vida en la Tierra siempre fue mi fascinación", confesaba con una chispa en los ojos. Con el tiempo, su ojo experto se afinó, reconociendo en cada hallazgo la voz callada de la historia.

La travesía de Carolini no solo fue la saga de un hombre que desentrañó los secretos de la prehistoria, sino la epopeya de un autodidacta que desafió los límites de la ciencia. Su legado perdura en cada hueso desenterrado, en cada página reescrita sobre los tiempos remotos de nuestra Tierra.

El Épico Hallazgo de Rubén Carolini

Era el 25 de julio de 1993, un día que resonaría en la historia de la paleontología. A sus 48 años, Rubén Carolini emprendió su viaje rutinario en su buggy, armado con herramientas y un afán incansable por descubrir vestigios de un pasado milenario.

"Estaba en pleno desierto, a más de 2000 metros de la ruta hacia San Carlos de Bariloche", rememora con emoción. "Divisé una formación inusual, una suerte de bocha entre la árida tierra. Al excavar, desenterré una tibia, una pieza de más de 1,10 metros". Este hallazgo lo dejó perplejo. Comparando medidas con los depredadores conocidos, como el Tyrannosaurus Rex con sus 90 centímetros de longitud ósea, la realidad se reveló majestuosa ante sus ojos: acababa de encontrar al dinosaurio más colosal del mundo.

Sin apoyo económico, sus expediciones eran financiadas con su propio esfuerzo. "Esto es mi hobby, mi pasión. Algo que seguiré haciendo mientras viva", enfatiza. Y fue esa pasión la que le condujo al descubrimiento de una importancia sin precedentes en el ámbito paleontológico.

"Medí la tibia con meticulosidad, sorprendido por su tamaño y potencial, sin saber que bajo ella reposaban más huesos, una estructura ósea completa. Fue un hallazgo extraordinario, bien fosilizado, bien petrificado. Me embargó la emoción y las lágrimas brotaron sin control", relata conmovido.

La dimensión de su descubrimiento era inconmensurable. "Esa noche, llamé a Leonardo Salgado, paleontólogo de la Universidad del Comahue, uno de mis maestros. Al compartirle el tamaño del hueso, su incredulidad fue palpable. Al amanecer, un automóvil envuelto en hielo esperaba frente a mi casa. Leonardo había pasado la noche allí, ansioso por presenciarlo".

Juntos, envueltos en el frío, se dirigieron al lugar del hallazgo. "Le mostré la tumba de huesos, y su reacción fue explosiva. "‘¡Hijo de p...! No sabés lo que encontraste...’, me dijo agarrándose la cabeza. Él lo sabía, entendía la magnitud de mi hallazgo". Pronto se formó un equipo y se inició una excavación que se prolongó durante dos meses.

El destino de esos fósiles era crucial. "Quería que permanecieran en El Chocón, como parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad. Aunque se necesitaba un museo y un laboratorio para su limpieza y preparación, insistí en crear un museo allí. Convencí al intendente de la importancia y llevamos los bloques envueltos en yeso para iniciar el trabajo", recuerda con determinación.

Con el compromiso de expertos como Salgado, Rodolfo Coria y Jorge Calvo, se desenterró casi el 70% del esqueleto del dinosaurio. El nombre para la nueva especie, Giganotosaurus Carolinii, surgía como un tributo a su inmenso tamaño: entre 12 y 13 metros de longitud, un cráneo de 1,56 metros y un peso que rondaba las 6 a 8 toneladas.

En 1995, su descubrimiento trascendió las páginas de la prestigiosa revista científica Nature, coronándose como el mayor carnívoro conocido, superando al Tyrannosaurus Rex. En ese mismo año, el Museo Paleontológico de El Chocón pasó a manos del municipio, con Carolini nombrado director, un reconocimiento al legado inmortalizado por su incansable pasión por la ciencia.

El Majestuoso Giganotosaurus Carolinii: Un Gigante de la Prehistoria en Tierras Argentinas

Casi cien millones de años atrás, la Tierra albergaba al imponente Giganotosaurus Carolinii, una criatura cuyo peso alcanzaba los 6000 kilos. Este coloso de la prehistoria, reconocido por la revista científica Nature como el mayor carnívoro registrado, desplazó al icónico Tyrannosaurus Rex de su trono. Su colosal figura se conformaba con una cabeza reptiliana, rematada por pequeños brazos y afiladas garras, y unas piernas musculosas que se equilibraban con una cola ágil, tan letal como precisa.

Este titán prehistórico halló su morada en suelo argentino, específicamente en El Chocón, Neuquén, marcando así un hito trascendental. Sin embargo, a pesar de su renombre internacional, gran parte del público local desconoce su existencia. Aunque, en una paradoja del destino, el Giganotosaurus Carolinii se erigió como protagonista en la pantalla gigante de Jurassic World, llevando así por primera vez un dinosaurio hallado en estas tierras a la saga concebida por Steven Spielberg. Pero para su descubridor, Rubén Carolini, la realidad difiere drásticamente de la ficción cinematográfica: "El Giganotosaurus que descubrí no se asemeja al de la película", sentencia con firmeza.

La aparición de esta criatura en la sexta entrega de Parque Jurásico marca un ciclo. El primer filme vio la luz en 1993, el mismo año en que Carolini hizo su trascendental descubrimiento. "Tuve oportunidades, pero no vi ni veré la película porque hicieron muchas cosas que no me gustan", expresa Carolini al ser consultado sobre su opinión acerca de la cinta. Anhelaba con entusiasmo ser parte de la antesala del estreno, ofreciendo alguna charla sobre su descubrimiento, pero las expectativas quedaron en el aire. "Los estadounidenses ni siquiera se tomaron la molestia de contactarme para informarme que usarían el dinosaurio que encontré en la película. Ni siquiera me invitaron a verla".

La ilusión de ver la película se desvaneció al presenciar los adelantos: "El Giganotosaurus que yo descubrí difiere del representado en la película; por ejemplo, carece de las aletas dorsales y no es denominado correctamente con su especie, Giganotosaurus Carolinii", aclara.

El nombre, que significa "lagarto gigante del sur", seguido por el nombre de Carolini es un homenaje a su descubridor. La primera persona a quien llamó Carolini al encontrar parte del esqueleto fue el paleontólogo Leonardo Salgado, experto en Biología y doctor en Ciencias Naturales. "Desde el primer vistazo, supimos que era un hallazgo excepcional, quizás no tanto por su tamaño, pero durante la excavación, junto a Rodolfo Coria, con quien trabajo desde hace años, comprendimos que pertenecía a un linaje completamente desconocido", recuerda Salgado. Investigaciones posteriores revelaron que esta especie se encontraba tanto en África como en Sudamérica, siendo el actual territorio argentino uno de sus epicentros. "En esa época del Cretácico, ambos continentes se estaban separando, formando el Atlántico Sur", explica Salgado. A pesar de tener la mayoría del esqueleto, aún hay partes desconocidas como el pie o la mano; quizás en futuras películas con el Gigantosaurio puedan refinar la reconstrucción a medida que aparezcan los restos faltantes".

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